Hagamos del grano de arena una montaña.

Las empresas tienen un gran impacto en la sociedad que les rodea. Este impacto, puede ser tremendamente positivo, pero también negativo, y es deber de la propia empresa tratar de ajustar esa balanza para minimizar los daños que pueda producir en su entorno y maximizar las aportaciones que realiza en su contexto.

Históricamente, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha sido ligada a empresas con un potencial económico inmenso, con un margen de beneficios elevado que les permita “reinvertir” ese dinero con un fin social. No obstante, esta consideración suponía dar por sentado que las acciones que promuevan la RSC deben ser actuaciones de coste estratosférico. Y esto no es así. La RSC puede desmenuzarse hasta pequeñas acciones que, sumadas en su conjunto, reportan mejoras significativas a medio largo plazo para la sociedad. Por ejemplo, que una pequeña empresa llegue a un acuerdo con una Organización Sin Ánimo de Lucro para que los trabajadores de esa empresa donen, de forma voluntaria, una pequeña cantidad de su sueldo de forma mensual a dicha organización, es una actividad con compromiso social. Implementar políticas de empresa que eviten el consumo injustificado de papel, ayuda a cuidar el medio ambiente, reporta beneficio a la empresa y a la sociedad en general, y es una acción socialmente responsable. Toda empresa, independientemente de su dimensión, alcance o capacidad económica debe velar por el bien de todos e intentar realizar una acción que aporte beneficios. La RSC no sólo es cumplir las leyes vigentes, supone ir un paso más allá. Pensemos todos juntos como construir políticas de responsabilidad social que cimenten el tipo de empresa que queremos que prolifere.

Es hora de cambiar el concepción que se tiene de la RSC para que, entre todos, logremos sumar granitos de arena que nos permitan apoyar con fuerza la creación de un futuro mejor.

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