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El Coaching: Desmontando Mitos

  • Nortisur
  • 22 dic 2017
  • 3 Min. de lectura


A día de hoy, el coaching no es algo que sea ajeno a nadie en el mundo de los recursos humanos. Todos hemos oído hablar de ello, sin embargo muchos no sabrían decir en qué consiste exactamente, probablemente ligado a lo “joven” que es esta disciplina. Y precisamente aquí es donde surgen los problemas. Son muchos los “profesionales” que aprovechan el auge mediático de la disciplina para promocionarse como “coaches”, nombre bajo el cual llevan a cabo tareas que no son tal o, en el peor de los casos, son de lo más inverosímiles, casi “mágicas”. Naturalmente, esto afecta muy negativamente a la disciplina, sumiéndola en una confusión metodológica que crea una mala reputación entre los profesionales.


Según la International Coach Federation (ICF), el coaching profesional es “un proceso de acompañamiento reflexivo y creativo con clientes que les inspira a maximizar su potencial personal y profesional”. Está sujeto a un código ético y deontológico y a un modelo de competencias que todo coach debe poseer. El coach debe acreditar un gran número de horas para ser considerado como tal. El coaching NO es terapia, no trata ningún trastorno, tarea que corresponde al Psicólogo Especialista en Psicología Clínica (PEPC). A menudo el coaching se confunde con la psicología pero, aunque toma de ella algunas técnicas, NO es una ciencia, sino una metodología, un conjunto de técnicas que constituyen un proceso en el que el coachee es el protagonista. Un psicólogo puede ser coach, pero un coach no siempre es psicólogo.


Se trata de un proceso guiado en el que el coach ayuda al coachee a formularse correctamente sus objetivos, los conocidos como objetivos SMARTER (han de ser Específicos, Medibles, Alcanzables, Retadores, Limitados en el Tiempo, Ecológicos y de Recompensa) y cumplirlos, pero sin aportar ningún tipo de asesoramiento o consejo, ya que tampoco es formación, sino aprendizaje; el coaching parte de la premisa de que las personas tenemos un potencial que, si se exprime, seremos capaces de generar cambios en nosotros y nuestro contexto que nos ayuden a desarrollarnos plenamente a nivel personal y profesional. Y es que el coaching está orientado al cambio, al futuro, el pasado se contempla sólo para aprovechar las experiencias en busca de un mejor desempeño. Cuando aceptamos la responsabilidad de nuestras acciones, aumentamos nuestro compromiso con ellas. Para ello es necesario que se cree una relación de confianza, en la que el coach escuche de manera empática al coachee: le observa, le escucha y le comprende, se pone realmente en su situación.


Desde luego, el éxito del proceso de coaching requiere una verdadera disposición y voluntad de cambio del coachee, ya que, como decíamos, es el verdadero protagonista. También ha de adquirir las competencias necesarias para llevar a cabo los cambios. Pero es el coach el que debe seguir estas y otras pautas meticulosamente, para lo cual se precisa un gran entrenamiento y mucha práctica. El coaching exitoso promueve, a nivel individual, la confianza en uno mismo, el desarrollo de las capacidades y fortalezas o la toma de perspectiva para tomar decisiones más eficientemente. Para la organización, sirve para consolidar con rapidez nuevos cambios de asignación, potenciar la fidelización del talento interno, integrar una metodología que multiplica las capacidades de las personas, innovar en modelos de gestión o potenciar los resultados de negocio.


En definitiva, se requiere de unas buenas prácticas para poder ofrecer un coaching de calidad, con unos profesionales formados de específica y profundamente para tal fin, teniendo en cuenta que no es coaching todo lo que se venda bajo ese envoltorio. Y siendo conscientes de que, aun siéndolo, como todo, no es ninguna pócima milagrosa: requiere tiempo, paciencia, y está sujeto a la posibilidad de fracaso.


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